Cuando hacemos experimentos en clase, igual de importante que llevar a cabo el experimento y dar la explicación científica, es hacer las hipótesis previas utilizando los conocimientos que ya tenemos. Por eso, cada vez le estamos dando más importancia al comienzo de la sesión de Pequesabios; esta vez, comenzamos hablando de que algunos alimentos pueden comerse crudos, y no hace falta cocinarlos.
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Pensamos ahora en los utensilios que se necesitan para cocinar;
Les mostré entonces un huevo y les pregunté qué necesitaríamos para cocinarlo.
· Javier: un huevo.
· Pepa: una sartén.
· Laura: una espátula.
· Jorge: tenemos que hacer así (hace el gesto de cascar un huevo)
· Natalia: sal.
· José C.: y la ropa de cocinero.
Daniel: y fuego.
Entonces, les expliqué que creía que no había olvidado nada para cocinar nuestro huevo, así que fui enseñándoles las cosas que me habían pedido. Teníamos sartén y huevo, pero no me había traído la espátula.
· Daniel: podemos mover el huevo moviendo la sartén.
Tampoco teníamos sal.
· Laura: no nos vamos a comer el huevo, así que no hace falta echarle sal.
La ropa de cocinero tampoco la necesitábamos porque procuraríamos no mancharnos. Pero, ¿y el fuego? No teníamos, así que algunos niños dijeron que no importaba, que seguro que se freía y se ponía un poquito naranja y un poquito blanco.
· Mª José: sí se freirá porque en clase tenemos calefacción, que da calor.
· Pepa: pero el suelo no está caliente, y la sartén está en el suelo.
Cascamos el huevo y lo echamos a la sartén, pero no se cocinaba porque, según ellos, necesitaba calor. Ahora venía una pregunta importante: ¿cómo cocinar el huevo si no teníamos aceite ni calor?
· Pepa: podríamos freírlo en el patio, que le da el calor del sol.
· Daniel: o en los tubos de la calefacción que están ahí abajo.
· Amalia: o en la ventana, que también le da el sol.
· Laura: o en la calle, que también le da.
· Daniel: pero el calor le tiene que dar abajo.
· Laura: el sol calienta la calle y podemos poner la sartén en la calle para que esté caliente por abajo.
· María: pero el calor está abajo y el huevo arriba.
· Seño: ¿cómo se pone la sartén cuando le ponemos el fuego abajo?
· Todos: caliente.
· Seño: el calor traspasa la sartén y llega al huevo.
Cuando les pedí más ayudas, me decían que no tenían, así que les enseñé el material importante del experimento, un bote de alcohol. Les pregunté si sabían qué era aquello:
· Javier: es una cosa que sirve para limpiarnos las manos cuando nos las ensuciamos con rotulador.
· José C.: es betadine.
· Laura: no, es alcohol, y sirve para dar masajes.
· Pepa: y para curar pupas.
· Jorge: y escuece.
Les pregunté cómo hacerlo y les costó poco deducir que echaríamos alcohol en la sartén y después, abrimos el huevo y lo echamos. Vimos que conforme se pasaba el tiempo, el huevo iba cocinándose, apareciendo los colores naranja y blanco de los que habíamos hablado antes. Pero, ¿qué había pasado? Pues muy sencillo, las partículas del alcohol se mueven mucho más rápido que las del huevo, y al unirse, se provoca una fricción que genera un calor que hace que el huevo se cocine. Es igual que cuando nos frotamos las manos; probad y veréis cómo se genera calor.
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