Como sabéis, hace días Daniel trajo un caracol a clase y decidimos quedárnoslo para que viviese en nuestra clase; durante todo este tiempo estábamos preocupados porque, a pesar de haberle preparado una cajita y llenarla de hojas frescas, nuestro caracol se resistía a salir de su concha. No sabíamos muy bien qué pasaba, así que decidimos buscar información para descubrir qué le pasaba. La seño trajo el jueves un libro que contaba que los caracoles deben vivir en tierra, en un lugar tranquilo porque pueden sufrir estress, con más caracoles, donde les de el aire fresco y el sol. Comenzamos a darnos cuenta de que nuestra clase entonces no era el lugar más idóneo, así que pensamos en nuestro patio, donde viven otros caracoles.
El viernes todos juntos salimos con el caracol a buscar el mejor de los lugares; encontramos uno, entre los arbolitos que están creciendo, donde hay más caracoles. Nos sentamos cerquita para despedirnos del caracol y decirle que no lo abandonamos, sino que lo dejábamos ahí porque sería mejor para él. Y que no se preocupase, que todos los días a la hora del recreo, saldríamos a verlo.
Esta experiencia nos ha servido para darnos cuenta de que no siempre podemos salirnos con la nuestra, y de que hay veces que debemos hacer aquello que nos disgusta por el bien de otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario