Esta semana ha empezado en martes y al parecer, Superimán, nuestra mascota de los experimentos, ayer vino a nuestra clase como cada lunes. Pero se la encontró vacía, ya que todos estábamos de puente; debe ser por eso, que hoy ha vuelto a visitarnos para ver que, esta vez sí, estábamos preparados para una nueva aventura con los imanes. En esta ocasión, se trataba de realizar un experimento utilizando unos imanes con forma de anillo, un lápiz y un trozo de plastilina. Se trataba de formar una torre de imanes; cogimos el trozo de plastilina y la pusimos en la mesa. Hincamos el lápiz en la plastilina y comenzamos a ensartar uno a uno cada imán en el lápiz. Una primera vez nos salió como esperábamos; uno a uno los imanes iban cayendo por el lápiz hasta llegar a la base de plastilina. Pero en una ocasión, nos dimos cuenta de que el imán que ensartamos no caía hasta unirse al imán ya ensartado; este nuevo imán se quedaba como suspendido en el lápiz y, aunque nosotros intentamos unirlo al otro imán, éste volvía a subir. ¿Qué estaba pasando?; tras probar varias veces, nos dimos cuenta de que en algunas ocasiones, los imanes caían por el lápiz y terminaban uniéndose, pero otras, algunos imanes se quedaban suspendidos en el lápiz. Pronto Francisco y Laura levantaron la mano para dar una idea: "dale la vuelta al imán"; dicho y hecho, le dimos la vuelta antes de ensartarlo y, en efecto, el imán que antes quedaba suspendido, caía por el lápiz hasta unirse al resto. ¡Eureka! Habíamos descubierto el por qué de aquello: los imanes tenían un polo en la parte superior y otro en la inferior, de manera que si al caer por el lápiz se unían dos polos iguales, éstos se repelían y el imán de arriba quedaba suspendido. Pero si le dábamos la vuelta, uníamos dos polos diferentes, de manera que los imanes se atraían y terminaban uniéndose. Quizás leyendo todo esto, sea complicado entenderlo, pero gracias a nuestros compañeros, hemos podido entenderlo perfectamente. ¡Bravo por Francisco y Laura!
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