Acudimos al aula de música a escuchar el cuento para ver qué era exactamente lo que haría aquel ladrón, y allí, descubrimos que la seño Rocío se había convertido en aquel ladrón que iba de tejado en tejado esperando a que las palabras saliesen por las chimeneas para atraparlas y guardarlas en su casa. Después, era capaz de mezclarlas y conseguir crear bonitas historias; pero hubo un día, que aquel ladrón conoció a un niño, alguien que le dejó sin palabras.
Por eso, el ladrón nos pidió ayuda para conseguir palabras bonitas, palabras de amor, que poder meter en su frasco de cristal para regalar a aquel niño. Decidimos ayudarle, así que en clase, tuvimos que esforzarnos por encontrar las palabras más bonitas, y nos quedamos con las que más nos gustaron: mariposa (Jorge), tesoro mío (Daniel), besos (Patricia), flores (Natalia) y mía (Gonzalo). Acudimos de nuevo a nuestro encuentro con el ladrón para darle nuestras palabras, y con la ayuda de las demás clases, conseguimos llenar el frasco. Habíamos conseguido ayudar al ladrón y de paso, nos habíamos divertido jugando con nuestro lenguaje.
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