Leyendo a "Pinocho", empezamos a descubrir todas las mentiras que era capaz de inventar con tal de no decir la verdad. Hablamos sobre los inconvenientes que puede tener acostumbrarse a mentir, y las repercusiones que nos puede acarrear.
Para sentirnos un poco Pinocho, jugamos a hacer crecer nuestra nariz; por equipos, debíamos usar pinzas de la ropa para que fuese creciendo más y más, evitando que se nos cayese. Se trataba de un juego en equipo, donde casi no había premisas; los equipos debían de organizarse solos, buscando un fin común.
Finalizado el juego, nos dimos cuenta de nuestros errores, que sobre todo tenían que ver con la falta de entendimiento y la ausencia de un plan previo, con el que tener claras las responsabilidades de cada uno y una. Aprendemos también a perder, como parte del proceso, algo que nos ayuda a superar nuestro egocentrismo, tan propio de esta edad.
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