martes, 15 de noviembre de 2011

¿SÓLO CON LA BOCA?

Hasta ahora, con los experimentos que llevamos, hemos descubierto que gracias al gusto que tenemos situado en nuestra lengua, somos capaces de descubrir lo que comemos. Pero, ¿no hay otra manera de hacerlo? ¿no podemos descubrir los alimentos a través de otra parte de nuestro cuerpo?
·      -Daniel: con el cerebro, porque piensa.
·          - Francisco: con el corazón, que lo tenemos aquí.
Aclarada la función de ambos órganos, seguimos pensando; ¿qué pasa cuando llegamos a casa después del cole y abrimos la puerta de la cocina? Somos capaces de saber lo que vamos a comer mucho antes de verlo o de probarlo. En efecto, llegamos a la conclusión de que con la nariz también reconocemos alimentos. Para darnos cuenta de aquello, hicimos un taller de olfato en el que teníamos que descubrir qué alimentos estaban en la mesa sin probarlos.





Nos es fácil reconocer los alimentos por el olfato, ya que éste nos permite reconocer olores cuando cogemos a través de nuestra nariz una buena cantidad de moléculas olorosas de las que desprende el alimento. 
Uno de los alimentos que más fácil se reconoce por el olfato es la naranja, lo comprobamos.
Sin embargo, olimos otra naranja, esta vez congelada, y comparamos los olores.
La naranja congelada casi no olía; lo comprobamos sentados en los grupos, comparando una naranja a temperatura ambiente con una congelada.


La explicación científica nos dice que en ambas naranjas hay moléculas, pero en la naranja a temperatura ambiente, éstas se mueven muy rápido, escapándose alguna al aire y pudiendo ser olidas. Sin embargo, en la naranja congelada, las moléculas se mueven muy lentamente y ninguna se escapa al aire, por lo que casi no podemos olerla.
Mirad cómo nuestros niños y niñas imitan el movimiento de las moléculas.






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